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jueves, 27 de julio de 2017

26/07/2017 (transmisiones desde el planeta de los monstruos. Despacho #2)



Se llamaba Estefani Paola Ávila. Vivía en Los Edificios Verdes de El Paraíso, en Caracas. Tenía 16 años. Y hay que hablar de ella en pasado porque está muerta. No la mató la represión de la dictadura. No, al menos de manera directa. Ella se suicidó, se lanzó desde la azotea del edificio donde vivía… si sus últimos días se pueden calificar de vida.
Ella era una adolescente que estaba haciendo lo que muchos adultos no están haciendo: luchar por la libertad, por un mundo mejor, por una mejor Venezuela donde simplemente pueda vivir con su mamá, (su madre se fue del país) y vivir con la dignidad de poder hacer las cosas que cualquier persona quiere hacer con su vida: comer, salir, hacer cosas, comprar, vender… hacer sueños realidad. Esos que en el caso de ella no será posible de llevar a la realidad, esa realidad que estalló, como su cuerpo contra el concreto.
Ella formaba parte de La Resistencia de su sector. Todos los días salía protestar. Al irse su madre de Venezuela, quedó al cuidado de su abuela. Según el relato de conocidos del sector y de quienes me han dado datos para escribir esta nota, la abuela la sacó del apartamento porque no quería que se involucrara en la lucha. La joven luchaba entre otras razones, “porque quería que su mamá volviera con ella” ¿No hay un motivo más digno como para luchar? Al parecer, para mucha gente, no.
Sus últimos días los pasó durmiendo en los pasillos del edificio.
A los ojos de los vecinos, que sin embargo, siempre la veían en las protestas. Eso fue ayer 26/07 en la mañana. Consternación. Dolor. Me ha llegado esta información originada del Frente Nacional de Mujeres.
Hay dos cosas que me indignan, y no tienen que ver con lo obvio, que es: 1) una joven con toda la vida por delante se ha suicidado. 2) una persona se ha suicidado por culpa de la situación provocada por un entorno que lo único que hace es triturar la vida de las personas. No, no voy hablar de estos detalles obvios. Voy algo más profundo.
La gente ya anda diciendo “no sabes la historia, hay cosas que habrán pasado allí que uno no sabe” o esta otra: “no fue por la situación  política. Ella tenía problemas… o no sé qué ha pasado ahí. Mejor ni pensar en eso.” Y así el hecho queda minimizado, trivializado. Como un asunto doméstico del que nadie es responsable. NADIE. Ella se suicidó porque llegó a una situación límite y no tenía ningún apoyo o solución a la vista. Y lo peor, la soledad, el abandono. Porque si dormía en el pasillo, ¿cómo no sentirse desamparado? Antes de continuar, hay que entender.
Y nada como el arte para entender muchas cosas. Desde que leí, anoche, la historia de esta heroína, ahora mártir (¿Hasta cuándo habrá mártires?) pensé de inmediato en la historia contada en la película La vida de los otros (Das Leben der Anderen) de Florian Henckel von Donnersmarck. La trama se sitúa en 1984, en la RDA (República Democrática de Alemania, el nombre cínico de la Alemania que soportó desde 1945 hasta 1989 el yugo comunista), cuenta la historia de Gerd Wiesler, convencido comunista y capitán de la Stasi, elegido para la vigilancia del conocido dramaturgo Georg Dreyman, escritor fiel al régimen de la RDA. ¿El motivo? el ministro de cultura Bruno Hempf busca de quitar del medio a Dreyman y quedarse con su novia, la actriz Christa-Maria Sieland (recordar siempre que los comunistas son personas que se mueven sólo por la envidia y el resentimiento). Un equipo de hombres de la Stasi cablea la vivienda de Dreyman, instalando micrófonos ocultos. El espionaje le permite a Wiesler observar el mundo del arte y de los librepensadores. En la fiesta de cumpleaños de Dreyman, un amigo suyo y director teatral, Albert Jerska, quien tiene una prohibición de trabajo por ser crítico con el régimen, lee a solas un libro de Bertolt Brecht. La actitud conformista de Dreyman cambia cuando descubre la relación entre Christa y el ministro Hempf, y se decide a actuar cuando su amigo Albert Jerska, sin esperanzas de poder volver a trabajar en su profesión, se suicida. En una máquina de escribir con tinta roja traída secretamente del oeste por un periodista de Der Spiegel —la Stasi tenía registradas todas las máquinas de escribir en la RDA—, Dreyman escribe un artículo sobre la extraordinariamente alta tasa de suicidio en la RDA, que es mantenida en secreto por el gobierno comunista. Wiesler a lo largo de la misión decide proteger a Dreyman escribiendo datos intrascendentes en los informes.
Dreyman se salva y su novia muere, cuando es atropellada por un camión, porque ella no pudo soportar la vergüenza, lo delató. Wiesler fue degradado y pasó el resto de su vida tranquilo y anónimo. Sin embargo, Dreyman descubrió que se salvó gracias a la acción del agente de la Stasi y le dedica una novela, titulada Sonata para un buen hombre. Wiesler ve el libro en una librería y descubre el gesto.
Esta película nos dice que el suicidio es una política de estado en los regímenes totalitarios, especialmente en los comunistas. Hay dos suicidios, el del director de teatro proscrito y el de la actriz avergonzada. Y es cierto que en aquellos tiempos las estadísticas de suicidios, enfermedades mentales y de toda clase (especialmente la depresión, cáncer y otros males terminales) eran escondidas o falseadas con números falaces u ocultada tras estadísticas de dudosos datos positivos (¿Quién no se conmovió viendo los hospitales de Europa del Este llenos de bebés recién nacidos, atendidos en maternidades que parecían el paraíso en la tierra? ¿Quién se atrevía a refutar la efectividad del CIMEQ?) El razonamiento del comunismo se ha refinado. ¿Por qué enviar a campos de concentración a personas, cuando puedes volver miserables sus vidas y provocar suicidio? Éste es el mayor triunfo de la ingeniería social del comunismo.
Ya no es necesario matar masivamente a la población. Oprime con fuerza y provoca dos opciones: obligar a la gente a aceptar la esclavitud, forzarlos a una libertad peligrosa o provocar que se suiciden.
La segunda opción lleva fácilmente a la segunda y a la primera. Y ya que la tercera es el fin, la solución definitiva (o solución final como lo llamó Hitler, o el famoso dicho de Stalin: “Los problemas comienzan con el hombre. Mata al hombre, se acaban los problemas”) manipular las circunstancias para que la gente se mueva a la primera opción. La libertad peligrosa siempre requiere compromiso y fortaleza. Y esos valores están diezmados. Estefani no pudo resistir. Terminó durmiendo en el piso del edificio. No aguantó más. Jerska, el de la película, un día despertó, vio sus grandes triunfos, vio su dignidad de decir no al mal; vio el precio que pagó por su libertad. Tampoco aguantó más.
Lo que busca el comunismo es quebrar la fortaleza de cada ciudadano, quebrar al ciudadano, destruirlo. Quitarle la ciudadanía, la esencia ciudadana y volverlo solamente un habitante, un cuerpo que forma parte del tejido social y que va a responder según lo que diga el régimen.
Cuanta gente se ha suicidado en Venezuela, cuántos muertos por la situación de la salud, no se sabe y cualquier estadística es calificada como un acto terrorista y de traición, cuando no de una burda mentira que viene de los disociados que se dedican a traer zozobra a la colectividad.
Realmente, el motivo por el que se suicidó Estefani no es lo fundamental. La motivación, el detonante es lo que hay que estudiar y denunciar. El comunismo, a quien se le oponga, lo destruye, lo invita o a quedarse callado y ver a otra parte, o a suicidarse… a menos que quiera seguir soportando el dolor de seguir luchando, el dolor de vivir con dignidad.

No. Qué dolor me da escribir este despacho. Hasta aquí estas dolorosas líneas. Seguiremos transmitiendo desde el planeta de los monstruos.

miércoles, 26 de julio de 2017

Día 111

Día 111 (transmisiones desde el planeta de los monstruos. Despacho #1)


Venezuela tiene la memoria de una mosca. Es algo que siempre he dicho y ahora lo digo más que nunca. “ajá, explícate, Juan” me pregunta la gente inquisitivamente. Yo les digo que los que ahora están peleando por la supuesta libertad de Venezuela, son los mismos que respaldaron el ascenso del comunismo en Venezuela. Algunos me dicen que soy “de los que resta y no suman” y cosas por el estilo. Que si no voy a luchar, entonces que me calle la boca. Otros dicen que nadie pensaba que “esto se iba a poner así” y el peor de todos, el que más rabia me produce: “Chávez nos engañó a todos” ¿Ah, sí? No vieron las entrevistas antes de ascender al poder. No vieron que lo dijo una y otra vez, entre su habladera de estupideces mesiánicas. Cada vez que sacaba la cruz. Cada vez que le hablaba a las cámaras. ¿Ustedes no saben que cuando un político dice que no va a hacer algo es porque es justamente lo primero que va a hacer una vez tome el poder? Luego me dicen que yo no sé nada de política. Y el colmo de males es que la memoria de 28 días que sufre el venezolano ni siquiera le anima a buscar en los libros, o en youtube o cualquier parte en internet. Total, para eso está allí. Tanta información en el ciberespacio no da sólo para subir “Pasito a pasito”. Antes de las elecciones de 1998, Jorge Olavarría dijo “Chávez es la expresión de la arrechera de los venezolanos y yo estoy arrecho”. Ya descargada, miren al país en ruinas. Pero ruinas posmodernas: calles llenas de huecos al lado de edificios de concreto de geometría arquitectónica funcional y vidrios polarizados y aislantes… y mala recepción de internet dentro de esas torres. La desolación de calles donde algunas personas caminan como hay que caminar: contando los pasos, viendo a todas partes, andando a paso ligero, evitando lugares cerrados o de una sola vía. Otros, andan en la luna. No, ya eso sería ubicarlos en alguna parte. Andan, digamos, en el limbo. Les pasas por el lado, y se asustan. Vas corriendo, porque haces ejercicios y se asustan. Esto es la desolación. El olor de la muerte se ha mezclado con el del aceite quemado de los vehículos. Y comida callejera. Y mal sudor. Y mal aliento. La desolación se ve también en los rostros de las personas. Caminan y sabes que no han comido desde ayer al mediodía. Sabes que no han probado carne o pollo desde hace 15 días. Otros, hombres y mujeres los ves dolorosamente agresivos. Sabes que no han tenido sexo, porque si pasa, (si llega la oportunidad) es posible un embarazo no deseado. El problema de la memoria de mosca es que no es posible educación alguna. Si todo se olvida, ¿Qué se preserva? Nada, ni siquiera la mínima noción de educación sexual. Un preservativo ayuda mucho. Pero la gente no sabe para qué sirve ni cómo usarlo (¡y por Dios, los preservativos no se llevan en la cartera del pantalón, eso los daña!) y lo peor es la cantidad de prejuicios y tabúes. No, no disminuye sensibilidad alguna, hombres. No, eres puta por usar preservativos, mujer. Así, con la ignorancia en materia de educación sexual, Venezuela cuenta con una de las tasas de embarazos no deseados y precoces más altas de mundo. Yo escuché a una cristiana de la iglesia, de esas que te ven como si fueras un engendro, decir que “está orando para no quedar embarazada”. Está recién casada. Y sí, está embarazada. No, eso no depende de una oración, sí de una educación y de ser responsable. Tantas cosas que pudieron evitarse. Tantas estupideces, tanta desolación. Caminar rápido y alerta es el mejor método de defensa contra la delincuencia. Mezclarse entre la gente. Evitar los lugares donde no hay gente. Y sí, si escuchas el sonido de una moto, enciende la alarma. Y si alguien te pregunta la hora, no sabes, no tienes reloj. No uses reloj. No uses nada. Viste franela o camisa negra y jeans. Recuerda a Jason Bourne. Recuerda al Chacal. La desolación tiene la cara de Chávez en todas partes. Y ahora, la de Maduro. Y no, Luis Fonsi, no va a dejar de usar tu canción. Es un dictador sociópata, ¿Qué esperabas, una carta de disculpa y un compromiso que no volverá a pasar? ¡Volverá a pasar! El domingo, durante la ANC volverá a sonar una y otra vez. Que ninguna dignidad sobreviva en la desolación. El paisaje de 1984, la novela de Orwell (y la película también) es la desolación. Ese país es de Orwell es Venezuela. Ese socing de Orwell es el socialismo del siglo XXI. Ese rostro del gran hermano es la cara de Chávez, los ojos de Chávez y ahora, la cara de Maduro. En todas partes, hasta en los empaques de los productos escasos. Estoy esperando a verlo en los empaques de los preservativos. Esto es guerra y en la guerra no hay esperanzas; sino convicción. La certeza de que el único día fácil fue ayer. Que lo peor está por venir. Que no me van a matar. Que voy a sobrevivir, como sea. La convicción de que vas a dar el todo por el todo, porque así es como eres. La convicción de que no has perdido ni se ha acabado porque esto se termina cuando yo gane. Ante la desolación y la guerra, la voluntad, el deseo, las ganas; la locura, sí, esa locura de alcanzar lo imposible, de hacer lo que nadie puede, de escribir lo imposible. De tocar el mejor jazz que se haya interpretado o pintar el lienzo que mataría de la envidia a Da Vinci o Pollock. La locura de dejar de escuchar las noticias y escribir tú mismo la historia. Sí quieren vencer la dictadura, ésta es la clave. Despierten. Griten, salgan de la oscuridad, de la desolación. Hasta aquí este despacho. Seguiremos transmitiendo desde el planeta de los monstruos.

lunes, 15 de agosto de 2016

Ballard

El imperio del sol (1987). Steven Spielberg. Fuente: https://lapantallainvisible.files.wordpress.com/2014/11/el-imperio-del-sol-1024x576.jpg
Un niño, que persiguiendo su juguete favorito, un Zero de miniatura, con que jugaba su versión infantil de la guerra, termina cayendo en la versión, que lo convertirá en hombre, de la guerra.
Un juguete que se cae al suelo no es gran cosa, pero si eso pasa, en 1941, en Shanghai, ante un éxodo masivo porque vienen los japoneses con las bayonetas caladas; es una catástrofe, es la caída de todo un modo de vida. Es la pérdida de la inocencia. Ese niño no sólo estaba recogiendo su juguete, estaba tratando de salvar un modo de vida.
Pero aquel acto infantil e insensato de salvar un juguete en medio de la estampida, implicaba también una acción del instinto de supervivencia del chico. Ese avión era el símbolo que agrupaba toda su cosmogonía personal, de manera que aunque la bandera británica no significara mucho para él; no era así con su avión: Perderlo, era perder la vida.
Y en efecto, lo perdió. Y también él se perdió, literalmente. Hizo lo único que podía hacer: volver al hogar. Vagó por una Shanghai en caos, en guerra, muertos, incendios, saqueos, correrías, un enemigo que busca y liquida sin piedad…y aparece el hambre, el verdadero señor en toda guerra.
Avistar lo que fue uno los barrios más ricos de Asia, totalmente vacío y revuelto debió ser una de las revelaciones más rudas que pudo ver; pero esa serie de hechos, apenas comenzaban. La mente, cuando ve cosas así, se acostumbra a concebir lo imposible.
De manera que aquel niño escondido en esas casas derruidas buscó ayuda, porque de todas maneras es un niño y los niños necesitan siempre alguien que esté con ellos. Da con unos ladrones, occidentales como él; pero ladrones. ¿Qué más da? Explota una de las capacidades humanas más extraordinarias: la adaptación. Entiende el código de los criminales, entra en el juego. Para estar en ese mundo, no es necesario ser delincuente, simplemente hay que hablar el mismo idioma y aquel niño lo hizo.
Pero todo se complicó. Los japoneses los capturaron, justo cuando ellos robaban una de las casas vacías que los nipones habían ocupado. De allí a recibir sablazos de bambú y comer arroz mezclado con ratas, papas, tierra y restos culinarios ya pasados. Aquello es para duros. Un organismo frágil termina muriendo ante tal menjunje infecto; pero lo saben llevar. Aún así, él cuerpo sufre porque es poca comida y pronto James, que sin ser gordo era robusto, termina en los huesos.
Los del eje, al igual que los comunistas, desarrollaron una política con los prisioneros que les permitió sobrevivir en la guerra y llegar más allá de sus posibilidades. La mano de obra que necesitaba la maquinaria de guerra era escasa, así que se recurrió a aquellos que por su condición legal no hacían nada: los prisioneros de guerra.
En el campo de concentración se va es a morir. Allí la mayoría es retenida hasta que mueren los primeros y luego son regados a campos de trabajo, hasta que sucumben o sobreviven precariamente.
Evitar ser la mayoría es difícil para cualquier ser humano. Ser la mayoría que morirá en un campo de concentración tiene su dificultad imposible: mientras que el resto del mundo tiene toda la vida para reventarla o diñarla, el prisionero, en muchos casos, sólo dispone de horas. Las pruebas físicas o ver qué ofrecen a los kapos. Esos son los argumentos de los prisioneros. Los enfermos, heridos o débiles quedan descartados.
Un niño es uno de esos débiles. Siempre, los niños son bocas que alimentar y no hacen nada útil  así que los niños se hacían útiles: mercaderes, limpiabotas, bedeles, ayudantes, mandaderos, toda una gama de oficios que en tiempos de guerra valen oro. Para muchos de esos británicos, acostumbrados a trabajos profesionales y vidas cómodas, verse ahora, trabajando debajo de un motor, con el estómago vacío, fue un cambio traumático. 
Jim Ballard cambió de una forma: la mayoría de los niños se traumatizan y luego se adaptan a las circunstancias lo mejor que pueden. Él, no. Simplemente aceptó locura del mundo, entendió las reglas y se puso a discutir el balón, nada más y nada menos que a la muerte. Porque para él, mantenerse con vida se convirtió en un juego.
Así, se convirtió en contrabandista. Su juego de pasar las alambradas y sacarle a los japoneses lo más posible y evitar que sus compañeros prisioneros no lo delataran o mataran. Sus acciones se convirtieron en actos heroicos. Y para los japoneses, todo héroe es un caballero.
Así que el niño ganó derechos y los guardias lo dejaban ir por donde quisiera. Era todo un rey. Y un día supo aquello que hay que saber para perder la inocencia : los japoneses lo dejaron entrar a la fábrica donde construían los zero. El avión de juguete ahora estaba frente a él, real, letal, poderoso, metálico. Ninguna imaginación podría superar tal visión. Tocarlo debió ser glorioso. El niño se dio cuenta de que si sabía leer el mundo, podía no solo vivir en él, sino ganarle la partida a la muerte y todo cuanto quisiera.
Así, el niño vivió hasta que el campo fue liberado y encontrado por sus padres. Pero aquellas personas no son sus padres ya: el mundo de donde vienen ha muerto y lo que representaron las personas en ese mundo también ha muerto. Son sus parientes, cierto; pero él sabe que ya no los necesita. Él sabe que pronto, tan pronto como pueda volar solo, abandonará el nido y es que el niño sabe que el orden ha cambiado otra vez y le dicen que vienen tiempos de paz, pero él sabe que eso es mentira.
Así, terminó armando su mundo, su conocimiento, su estética y su ética. Aquel niño de repente sabe que esto que llamamos mundo es una trampa, que la guerra no arregló nada y que con la tecnología, estamos más cerca de la extinción total que en septiembre de 1942, el día que Jim se perdió.
Pero no hay que engañarse: Ballard no es ciencia ficción. Lo suyo es contar la verdad que hay detrás de todo. Ballard vio el hongo nuclear y luego legiones de soldados japoneses muertos de hambre, clamando por sus madres. En la postguerra, ve como su Inglaterra resucita, muy orgullosa; pero cojeando de una pata. Ve como toda Europa, y sobre todo Alemania, se reconstruyen con el dinero de los países vencedores. Y ve a los rusos, es decir, los comunistas, que son más monstruosos que los mismos nazis. Por eso fue que ganaron.
Cuando entiendes todo eso, y tu imaginación es divertida, y eres libre y digno porque simplemente sobreviviste a un infierno y más aún, has aprendido a escribir, entonces eres Ballard.
 “Mi ficción es, de muchas formas, la disección de una patología profunda que observé en Shanghai y luego en el mundo de la posguerra”, escribió Ballard en sus memorias. “Recuerdo muchas de las brutalidades casuales y las golpizas que ocurrieron, pero al mismo tiempo éramos niños que nos divertíamos con cientos de juegos”. Allí está su ars poética y su ética. El mundo está jodido, señores, este duro se sentó a escribir sobre eso.
Todo esto ya lo ha visto Ballard, esto que es nuestra realidad actual. Antes que nosotros el sabía de: alguien que podrá ver los secretos detrás de un cementerio de automóviles, que apreciará la poesía de los hoteles abandonados y las playas de vacaciones desiertas, alguien que verá el mundo como lo vio un profeta de nuestro tiempo que trascendió la muerte con la imaginación y que por medio de su obra y los artistas que influenció, será eternamente recordado. 
Psiquiatras, médicos o deportistas carismáticos son una especie de Mesías que llevan a los ancianos que están a punto de morir en lujosos balnearios, a los ejecutivos que se mantienen con gripe y depresión, o a los matrimonios estancados hacia nuevas e inesperadas posibilidades. Y siempre hay un peligro acechando. Tal vez, como dice en Super-Cannes: “Los Adolf Hitler y Pol Pot del futuro ya no vendrán del desierto, sino de centros comerciales y complejos industriales corporativos”. La modernidad distópica, los desoladores paisajes creados por el hombre y los efectos psicológicos del desarrollo tecnológico, social o ambiental. Elementos que hacen pensar única y exclusivamente en J.G. Ballard: las piscinas vacías, las construcciones deshabitadas, los desiertos y los clubes nocturnos donde la música suena pero no hay nadie escuchando…

Eso es Ballard: el lado oscuro de la psique del ser humano, los apocalipsis internos de los personajes, catalizado por un mundo surrealista donde el desastre y la belleza colindan. Donde, como en África, se levanta un campo de golf al lado de barrio pobre, con 25 % de población infectada con VIH. Donde, como en Caracas, puede pagarse un alquiler en 10 dólares, mientras que hay gente que nunca verá en su vida, esa cantidad de dinero. Vivimos el surrealismo cruel, hipócrita, miserable; y Ballard dijo que las cosas serían así. Ballard derrotó a los japoneses, a occidente, a la tecnología y a la muerte. La soledad fue el precio a pagar. Abrió los ojos y admiró el desastre.

miércoles, 10 de agosto de 2016

B&S

Carátula del disco If you´re feeling sinister, de Belle & Sebastian (1996). Jeepster Records
El libro que tiene al lado la tipa es El Proceso de Kafka. B&S es una banda de letras magníficas, de melodías con cuerpo y color; alegres, aunque en el fondo, no es eso de lo que van. Es otra cosa. Por ejemplo, yo me dejé de andar con Gertrude, 12 años menor que yo. Me cansé de ella, de su estupidez, de su falta de sustancia, de sus rollos mentales, de su debilidad, de su mentira. Me cansé de follarla. Me cansé de armar estrategias, me cansé de poner el teléfono en otra parte mientras ella llamaba o me escribía un mensaje. Me cansé de amarla.

La cosa pasó así: Ella me sorprendió, yo era solitariamente feliz en los días del 2007. Yo estaba perplejo por unos sueños locos, donde una mujer, de esas que abren novenas puertas, me pedía desesperadamente ser mi amante. Pero Gertrude se quedó conmigo todo un día de ese año, donde hubo elecciones y como siempre, perdieron los opositores (o ganó el fraude, dependiendo del cristal con que se mire). 

ella me dijo, a los dos meses, que se casaría conmigo, no importaba que fuera lesbiana (o pensaba ella que lo era, o tenía un concepto sui generis del lesbianismo). Me pedía que la salvara y yo quería hacerlo. Además, ella tenía buenas tetas. Estaba enamorado de ella y ella de mí. Estaba el amor gobernando mi barco ebrio, que tenía otra pasajera. Estaba tan conmovido, me había decidido a ser más “tolerante” (es decir aceptar cosas inaceptables) y la condición lisiada de los amigos & ambiente de Gertrude. Ella no me impresionaba, ni siquiera los sábados, me confesé y cuando vi el lado divertido, decidí que aquello moriría solo. Ni tanto, siempre acompañan el whisky y la ginebra.

Algunos dicen que estás destruyendo tu vida, pero estaba escribiendo mis novelas, con un himno llamado "The State I Am In".

luego, bienvenidos al desierto de lo real: ella me dijera que sospechaba estar embarazada, dijo; yo no me creí nada de eso y menos que fuera el padre. La inflexión en mesas ebrias, la tranquilidad: le eché el licor, pero en otra parte, donde no pasa nada.

Luego, vino el desastre (recuerden siempre a Aristóteles: primero la tragedia, luego la comedia): "amor mío, no soy condescendiente, ni estúpido ni ciego. Puedes irte a la mierda, si gustas." Y la desesperación es el logro del Diablo, es la locura de una niña de mente vacía. 

Claro que después se sentía más peligroso montarla. Lo sabía. Todos lo sabían. Lo sabíamos. Se volvió lo nuestro una deporte de psicóticos. ¿Por qué no llevarlo todo a un final? El abrazo de la vida, me prometía nuevas fuerzas, para mi corazón delator. Así, que por desgaste, aburrimiento, desgarre y una mujer que nunca estuvo a la altura, maté todo aquello. Una tarde, no sentí más dolor mientras escuchaba  "The State I Am In", canción del disco Tigermilk (1996).

El amor es una enfermedad cuyos síntomas son siempre tardíos, sobre todo cuando es curado. Ya es 2009. No he vuelto hablar con ella, no me interesa. Aunque la he visto; lo cual, me produce lástima. Oh, yeah! Rock and roll. Bittersweet Simphony en su más pura expresión.Todo indie;  funciona, buen rock y mata sentimientos balurdos.

No es tan fácil. No basta una canción. Estaba con Yohana, desnudos en la cama. Unos besos y tal. Ella quiere saber hasta donde llegaré (es que hay otros tipos detrás de ella, más pendejos y con más plata que yo). Una mano sobre mi rostro y roza con sus dedos mi boca. Yo cambio el canal de TV y ella dice que quiere estar arriba y me pide que la abrace. Entonces estoy en lo correcto, no hay problemas porque estamos viendo a otras personas, al menos eso es lo que decimos que estamos haciendo.

“¿Cómo te sientes?” me dice ella cada vez que me callo y mi mirada se pierde (lo cual pasa siempre). Tomas una amante de fin de semana para percutar (una perra, una puta, como quieras llamarla); pero cuando estoy sobre Yohanna, mandando la máquina, estoy viendo mi vida a través de sus ojos.

Estoy besando su espalda, su gemido sexy y no puedo entender por qué dejar ir a la mierda la vida. Pienso en otras cosas, como manzanas ácidas y sonrío mientras cruzo el tiempo volando en columpios solares. Yo no hago las cosas como los demás. Ellas sabrán qué hacer contigo.

Este proceso hay que hacerlo… todo el tiempo que te dé la gana. “Seeing other people” es ese tipo de canciones que te muestran que las mujeres & el amor son un dúo mortal que acaba hasta con los más duros. Debes hacer cualquier cosa necesaria. "Just do it, nothing is impossible" será cliché, pero siempre hay verdad en eso. Es una cosa divertidamente siniestra, hay que ser así, para esos momentos agridulces. A este mal, un buen disco, como  If You're Feeling Sinister (1996).

La musica de B&S va desde una simple guitarra acústica (el arma de todo rock and roll serio, o sea, la vieja escuela) y de repente una eléctrica sacudiendo todo con una frase letal, y de repente, una batería, que dice más que 100 discos de trash metal. O de grupos emos. O toda ese fusion. O mejor, toda la mierda que sale en MTV y eso (bueno ya no, ahora MTV no transmite música, sino realitys sobre teens preñados o gente que es tan horrenda que usan la máscara de lo "sexy"). Y claro, B&S meten un violoncelo o un saxo y aquello sacude más aún. es reconfortante saber que estos panas escoceses tan tranquilos puedan hacer tanto ruido celestial.

Hago ritos nuevos todos los días y así encuentro el método. Sigo besando niñas por ahí, en la parte de atrás de las escaleras o mientras estamos en el cine, en los pasillos, en las plazas, antes de entrar a la habitación. ellas dicen que soy encantador, yo no les creo. Me preguntan que por qué ando solo. Yo digo cualquier cosa para salir del paso. No entienden que esas cosas no me interesan. Pero no cedas, ve siempre a tu manera. 

¿Has tomado con ella fotografías de tus obsesiones? 

Aquí en San Jacinto ves las estrellas entre pistas de obstáculos, y es algo bonito, es para gente bonita; al menos, es lo que la gente piensa. Es algo que hacía con Gertrude. “¿Podrías escribir un réquiem sobre ti, ahora que has muerto?” me pregunta un editor,  sanguijuela. a los editores y a la gente le interesa tu obra cuando ya estás acabado. Cuando sólo te queda la sonrisa perfecta y estás en lo tuyo, bien sea mirando un par de tetas bailando o escribiendo algo con Bach de fondo. desaparecer, esa es la mejor manera de escribir. Así, el tiempo pasa, el desierto está en su formación, sólo lo puedes disfrutar, es divertido. Como ella en su ropa interior Victoria´s Secrets (que también usaba Gerturde) lo hicimos sintiendo el aire de la ciudad, nuestros cuerpos son contrapesos.

“¿Podrías escribir un réquiem sobre ti cuando estés muerto?" Vuelve a preguntar la sanguijuela. Yo le digo que comienza así: "Ella tenía los movimientos, tuvo la velocidad, se fue a la cabeza" me dice que comienza bien la cosa y yo lo mando a callar. Continúo: “Ella nunca necesitó a nadie para conseguir un taxi que la llevara de la calle a su casa, pero cuando estuve sobre su espalda, ella tenía los conocimientos para obtener de mí lo que quisiera. Cuando estaba sobre ella, me decía que me amaba y me daba un beso. Ahora creo que el fin justifica los medios.” Así fue como pude seguir adelante, gracias a las canción “The stars of track and field” del disco If You're Feeling Sinister (1996), que podemos entenderlo como un juego que ayuda a mejorar la habilidad para escapar del infierno que desatan las mujeres & el amor.

Sigo creyendo que ver las estrellas entre árboles o parado en medio de la calle es algo hermoso, las estrellas son como la gente, las estrellas son gente bonita. A pesar de todo, igual puedes sonreír e iniciar la siguiente jugada, como decirle algo la chica de cabello negro que estoy viendo ahora mismo.




lunes, 1 de agosto de 2016

Amberes, un lugar para pesadillas

El ayuntamiento de Amberes ardiendo durante el saqueo de la ciudad por tropas españolas en 1576. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Saqueo_de_Amberes 

Si quieren, pregunten; pero soy de aquellos que se arrojan al abismo con una sonrisa y regreso de la misma manera. Soy capaz de hablar con el mal. No soy lo que creen; solo hablo con lo inconcebible,  leo en latín, griego y hebreo libros antiguos, no sólo los leo, los voy traduciendo.

Si quieren, cierran esta entrada. si no les interesa. Ni la lectura ni Amberes.

Amberes es una ciudad de Bélgica, que sin ser Berlín o Londres o Ámsterdam; es una capital mundial. En New York puedes de conseguir lo que sea; pero en Amberes puedes conseguir lo que quieres.

De paso, en allí están los más celebres talleres de impresores y las mejores y más antiguas editoriales del mundo tienen sedes allí, como quien tiene un apartamento en la playa, o en el Upper West Side. Allí se imprimió la primera Biblia en castellano, específicamente el nuevo testamento, por allí en 1543.

El Necronomicón se imprimió en el mismo lugar, entre 1500 y 1550, no recuerdo el año específico. En 1944 Amberes era el blanco del último intento alemán de ganar la guerra y también fue la última victoria alemana de la guerra. Una ofensiva panzer, dada con la fuerza de una fiera en agonía. Los aliados dejaron de decir que ya la guerra estaba ganada y se dieron cuenta de que quizá, todos podrían acabar muertos.

Sin embargo, es también un lugar bonito, lleno de universidades y mucha cerveza. Es el hogar de Rubens y es uno de los puertos más importantes del mundo.

Amberes significa, en flamenco, mano arrojada (ant-werpen). Esto por la leyenda del surgimiento de la ciudad. Resulta que allí vivía un gigante de nombre Druoon, que cobraba peaje por pasar por allí (se trata del mismo lugar donde está el puerto y el canal, pues la ciudad es atravesada por el importante río Escalda) quien no pagara, bueno, resultaba que tomaba el barco y le cortaba la mano al capitán y la arrojaba al río. Cierto día, un centurión romano se cansó de eso y le devolvió el castigo al gigante.

A Amberes llegan también los diamantes de todo el mundo. Al menos los mejores. Y a parte de los venezolanos y los sudafricanos, los de Sierra Leona y Liberia tienen su lugar de honor. Claro, estos son los diamantes de sangre. Diamantes que financian guerras que no terminan nunca, pues nadie quiere gobernar semejante caos, sobre todo, sabiendo que una vez en el gobierno, todo el mundo quiere derrocar a quien esté allí. Esos son los países donde te cortan los brazos sino vas a trabajar en las minas de diamantes (te preguntan si quieres el corte manga larga o manga corta). En esas tierras hay un condón cada 100 kilómetros y creo que soy optimista. Allí, el SIDA mata como una bala, pues sin medicamentos y con las condiciones infrahumanas de vida, tan pronto como la enfermedad debilita las defensas, el individuo cae ante cualquier mal, por pendejo que sea.

Y África sale a relucir por el simple hecho de que todas esas tierras fueron colonias de los belgas. Amberes era la puerta de entrada y la de salida… ¿de qué? no sé exactamente. De allí salió Konrad a sumergirse en el corazón de las tinieblas; es decir, conocer a Kurtz. En lo personal iré a Amberes y alquilaré una pieza. Beberé mucha cerveza y me la pasaré en las universidades. Quisiera fornicar dentro de una de esas catedrales con más de 500 años de vida. Para eso, lo más seguro es que me lleve a mi pareja, aunque me salga caro. Luego, me dedicaré a ver los cuadros de Rubens y continuaremos paseando, paseando, paseando.

En alguna calle el diablo me estará esperando con una buena jarra Pilsen (aunque me gusta más la cerveza negra) y me entregará algún libro con tapas de piel humana y escrito con sangre.

Luego, comenzaría a escribir un libro de poesía. Un libro lleno de espejos, que en vez de devolverme mi imagen, me devuelva las marcas que han quedado, los arañazos, los mordiscos; la imagen de aquellas con quien estuve; la imagen de mis huesos y del estado de mis órganos, el fluir de la sangre. Incluso, la mierda. Todo, todo, menos la máscara, ya la obviedad molesta.

Escribir un libro de poesía lleno de pesadillas y letanías satánicas, porque en una ciudad como esta, llena de facciones perfectas, se esconden los mayores horrores de la historia humana.

Eso sería como creer que escribes un libro para ti mismo y digo que crees porque luego te das cuenta de que no es así. Es escribir sobre ti mismo; sobre aquello que ocultas, sobre eso que los intensos poetizan a lo Octavio Paz o Neruda (o aún peor) Benedetti o Galeano; cuando deberían hacerlo con su propio lenguaje, y descubrir, con horror, que ni siquiera saben gritar, ni hablar, ni nada.


Es así de se simple: un libro de pesadillas propias, de las que no puedes ocultar es la obra literaria más honesta que se puede escribir. Es que sale luego de que te das cuenta de que puedes engañar a todo el mundo, menos a ti mismo. Es justo cuando mirando el abismo, él te devuelve la mirada.

jueves, 14 de julio de 2016

Los días del hombre

No me importan las mujeres
con tetas como flores solares o como manzanas del edén;
un cutis de cerveza o de papel con un haiku escrito.

A mí me importa que al amanecer,
notar en tu aliento el juego de las canciones que nos gustan
o el aliento de un andén de aeropuerto deshabitado.
Sabes que amo los usos que se le puede
dar a la nariz en la cama
una vez que las cosas han sido habladas;
pero ya sabes que no aguanto las estupideces
“que si sabes o no, volar”
La mujer no vuela. En todo caso, le pagas para que se vaya.
¡Las que pretendan seducirme deben saberlo!
Ésta fue la razón para decidir enamorarme
tan locamente, de ti.
¿Qué me importaban tus labios y tus celos?

¿Qué me importaban tus piernas perfectas
y tus miradas llenas de preguntas inseguras?
¡Eres una verdadera puta!
Desde el amanecer follábamos de la cama a la cocina,
follábamos del comedor a la sala.
Follando me preparabas el desayuno, mi traje.
Follando imprimías los itinerarios, las listas de tareas…
¡Con qué impaciencia esperaba que volvieras del mundo
para seguir follando!
Allí en la pantalla, entre el mapa, un punto rojo.
Esa eras tú y a las pocas obligaciones mías,
ya me abrazabas con tus piernas,
para llevarme, follando, a cualquier parte
de nuestro apartamento: suelo, cama, mueble, ducha, bañera.
Durante silencios de neón planeábamos caricias
que nos aproximaran a nuestro propio y privado Edén;
durante horas enteras grabábamos nuestras sesiones
y las colgamos en la nube,
para que en cualquier momento de tregua
ver nuestras hazañas carnales
y de repente, en medio del sonido de caballos de metal
Aterrizábamos uno sobre el otro o con el otro o ante el otro o detrás del otro
y no siempre al final se le debe llamar clímax.
¡Qué delicia tener las estrellas tan ligeras
aunque nos hagan ver una mujer, de vez en cuando!
¡Qué divertido la de pasarse los días viéndonos en la nube…
y pasarnos las noches en una sola folladera!
Después de conocer una mujer como ésta,
¿Puede brindarnos alguna clase de atractivos las mujeres “respetables”?

No hay diferencia entre mujeres que sólo tienen cerebro
y las que solo tienen nalgas.
Yo, que soy incapaz de perseguir
la seducción de una mujer,
no me es posible creer

que pueda hacerse el amor más que follando.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Una analogía sobre la verdad

La verdad es absoluta, es una sola. Lo que ocurre es que es grande, el ser humano no puede alcanzar a verla totalmente no porque carezca de capacidad, sino porque su ser no es tan grande como para captar todo el horizonte, toda la vista, no es capaz de contemplar enteramente y de una vez la verdad.

Pienso en que la verdad es como la tierra. Ella es, estamos en ella, la tocamos, la sentimos; pero no somos capaces de alcanzar el planeta entero, ni siquiera viendo fuera del espacio. Podemos ver la parte donde existimos y a donde viajamos, pero no todo el planeta.

Sin embargo, aunque sólo conozco una pequeña parte del planeta, sé que es. La tierra es real, sé que las partes que no conozco tienen relación, la misma naturaleza de donde estoy. Hay cosas distintas, pero todo forma parte de la naturaleza multiforme.

Si estoy en Hawaii estoy en el mismo lugar y la misma esencia que sí estuviera en el Mont Blanc. Los lugares son distintos, pero la naturaleza es la misma.

Y así es la verdad: multiforme, variada, sorprendente, grande, se pierde más allá de la vista, reta la imaginación, exige abrazar la incertidumbre, garantiza la plenitud si decides recorrerla.