Páginas

jueves, 27 de julio de 2017

26/07/2017 (transmisiones desde el planeta de los monstruos. Despacho #2)



Se llamaba Estefani Paola Ávila. Vivía en Los Edificios Verdes de El Paraíso, en Caracas. Tenía 16 años. Y hay que hablar de ella en pasado porque está muerta. No la mató la represión de la dictadura. No, al menos de manera directa. Ella se suicidó, se lanzó desde la azotea del edificio donde vivía… si sus últimos días se pueden calificar de vida.
Ella era una adolescente que estaba haciendo lo que muchos adultos no están haciendo: luchar por la libertad, por un mundo mejor, por una mejor Venezuela donde simplemente pueda vivir con su mamá, (su madre se fue del país) y vivir con la dignidad de poder hacer las cosas que cualquier persona quiere hacer con su vida: comer, salir, hacer cosas, comprar, vender… hacer sueños realidad. Esos que en el caso de ella no será posible de llevar a la realidad, esa realidad que estalló, como su cuerpo contra el concreto.
Ella formaba parte de La Resistencia de su sector. Todos los días salía protestar. Al irse su madre de Venezuela, quedó al cuidado de su abuela. Según el relato de conocidos del sector y de quienes me han dado datos para escribir esta nota, la abuela la sacó del apartamento porque no quería que se involucrara en la lucha. La joven luchaba entre otras razones, “porque quería que su mamá volviera con ella” ¿No hay un motivo más digno como para luchar? Al parecer, para mucha gente, no.
Sus últimos días los pasó durmiendo en los pasillos del edificio.
A los ojos de los vecinos, que sin embargo, siempre la veían en las protestas. Eso fue ayer 26/07 en la mañana. Consternación. Dolor. Me ha llegado esta información originada del Frente Nacional de Mujeres.
Hay dos cosas que me indignan, y no tienen que ver con lo obvio, que es: 1) una joven con toda la vida por delante se ha suicidado. 2) una persona se ha suicidado por culpa de la situación provocada por un entorno que lo único que hace es triturar la vida de las personas. No, no voy hablar de estos detalles obvios. Voy algo más profundo.
La gente ya anda diciendo “no sabes la historia, hay cosas que habrán pasado allí que uno no sabe” o esta otra: “no fue por la situación  política. Ella tenía problemas… o no sé qué ha pasado ahí. Mejor ni pensar en eso.” Y así el hecho queda minimizado, trivializado. Como un asunto doméstico del que nadie es responsable. NADIE. Ella se suicidó porque llegó a una situación límite y no tenía ningún apoyo o solución a la vista. Y lo peor, la soledad, el abandono. Porque si dormía en el pasillo, ¿cómo no sentirse desamparado? Antes de continuar, hay que entender.
Y nada como el arte para entender muchas cosas. Desde que leí, anoche, la historia de esta heroína, ahora mártir (¿Hasta cuándo habrá mártires?) pensé de inmediato en la historia contada en la película La vida de los otros (Das Leben der Anderen) de Florian Henckel von Donnersmarck. La trama se sitúa en 1984, en la RDA (República Democrática de Alemania, el nombre cínico de la Alemania que soportó desde 1945 hasta 1989 el yugo comunista), cuenta la historia de Gerd Wiesler, convencido comunista y capitán de la Stasi, elegido para la vigilancia del conocido dramaturgo Georg Dreyman, escritor fiel al régimen de la RDA. ¿El motivo? el ministro de cultura Bruno Hempf busca de quitar del medio a Dreyman y quedarse con su novia, la actriz Christa-Maria Sieland (recordar siempre que los comunistas son personas que se mueven sólo por la envidia y el resentimiento). Un equipo de hombres de la Stasi cablea la vivienda de Dreyman, instalando micrófonos ocultos. El espionaje le permite a Wiesler observar el mundo del arte y de los librepensadores. En la fiesta de cumpleaños de Dreyman, un amigo suyo y director teatral, Albert Jerska, quien tiene una prohibición de trabajo por ser crítico con el régimen, lee a solas un libro de Bertolt Brecht. La actitud conformista de Dreyman cambia cuando descubre la relación entre Christa y el ministro Hempf, y se decide a actuar cuando su amigo Albert Jerska, sin esperanzas de poder volver a trabajar en su profesión, se suicida. En una máquina de escribir con tinta roja traída secretamente del oeste por un periodista de Der Spiegel —la Stasi tenía registradas todas las máquinas de escribir en la RDA—, Dreyman escribe un artículo sobre la extraordinariamente alta tasa de suicidio en la RDA, que es mantenida en secreto por el gobierno comunista. Wiesler a lo largo de la misión decide proteger a Dreyman escribiendo datos intrascendentes en los informes.
Dreyman se salva y su novia muere, cuando es atropellada por un camión, porque ella no pudo soportar la vergüenza, lo delató. Wiesler fue degradado y pasó el resto de su vida tranquilo y anónimo. Sin embargo, Dreyman descubrió que se salvó gracias a la acción del agente de la Stasi y le dedica una novela, titulada Sonata para un buen hombre. Wiesler ve el libro en una librería y descubre el gesto.
Esta película nos dice que el suicidio es una política de estado en los regímenes totalitarios, especialmente en los comunistas. Hay dos suicidios, el del director de teatro proscrito y el de la actriz avergonzada. Y es cierto que en aquellos tiempos las estadísticas de suicidios, enfermedades mentales y de toda clase (especialmente la depresión, cáncer y otros males terminales) eran escondidas o falseadas con números falaces u ocultada tras estadísticas de dudosos datos positivos (¿Quién no se conmovió viendo los hospitales de Europa del Este llenos de bebés recién nacidos, atendidos en maternidades que parecían el paraíso en la tierra? ¿Quién se atrevía a refutar la efectividad del CIMEQ?) El razonamiento del comunismo se ha refinado. ¿Por qué enviar a campos de concentración a personas, cuando puedes volver miserables sus vidas y provocar suicidio? Éste es el mayor triunfo de la ingeniería social del comunismo.
Ya no es necesario matar masivamente a la población. Oprime con fuerza y provoca dos opciones: obligar a la gente a aceptar la esclavitud, forzarlos a una libertad peligrosa o provocar que se suiciden.
La segunda opción lleva fácilmente a la segunda y a la primera. Y ya que la tercera es el fin, la solución definitiva (o solución final como lo llamó Hitler, o el famoso dicho de Stalin: “Los problemas comienzan con el hombre. Mata al hombre, se acaban los problemas”) manipular las circunstancias para que la gente se mueva a la primera opción. La libertad peligrosa siempre requiere compromiso y fortaleza. Y esos valores están diezmados. Estefani no pudo resistir. Terminó durmiendo en el piso del edificio. No aguantó más. Jerska, el de la película, un día despertó, vio sus grandes triunfos, vio su dignidad de decir no al mal; vio el precio que pagó por su libertad. Tampoco aguantó más.
Lo que busca el comunismo es quebrar la fortaleza de cada ciudadano, quebrar al ciudadano, destruirlo. Quitarle la ciudadanía, la esencia ciudadana y volverlo solamente un habitante, un cuerpo que forma parte del tejido social y que va a responder según lo que diga el régimen.
Cuanta gente se ha suicidado en Venezuela, cuántos muertos por la situación de la salud, no se sabe y cualquier estadística es calificada como un acto terrorista y de traición, cuando no de una burda mentira que viene de los disociados que se dedican a traer zozobra a la colectividad.
Realmente, el motivo por el que se suicidó Estefani no es lo fundamental. La motivación, el detonante es lo que hay que estudiar y denunciar. El comunismo, a quien se le oponga, lo destruye, lo invita o a quedarse callado y ver a otra parte, o a suicidarse… a menos que quiera seguir soportando el dolor de seguir luchando, el dolor de vivir con dignidad.

No. Qué dolor me da escribir este despacho. Hasta aquí estas dolorosas líneas. Seguiremos transmitiendo desde el planeta de los monstruos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario