Día 111
(transmisiones desde el planeta de los monstruos. Despacho #1)
Venezuela tiene la memoria de una mosca. Es
algo que siempre he dicho y ahora lo digo más que nunca. “ajá, explícate, Juan”
me pregunta la gente inquisitivamente. Yo les digo que los que ahora están
peleando por la supuesta libertad de Venezuela, son los mismos que respaldaron
el ascenso del comunismo en Venezuela. Algunos me dicen que soy “de los que
resta y no suman” y cosas por el estilo. Que si no voy a luchar, entonces que
me calle la boca. Otros dicen que nadie pensaba que “esto se iba a poner así” y
el peor de todos, el que más rabia me produce: “Chávez nos engañó a todos” ¿Ah,
sí? No vieron las entrevistas antes de ascender al poder. No vieron que lo dijo
una y otra vez, entre su habladera de estupideces mesiánicas. Cada vez que
sacaba la cruz. Cada vez que le hablaba a las cámaras. ¿Ustedes no saben que
cuando un político dice que no va a hacer algo es porque es justamente lo
primero que va a hacer una vez tome el poder? Luego me dicen que yo no sé nada
de política. Y el colmo de males es que la memoria de 28 días que sufre el
venezolano ni siquiera le anima a buscar en los libros, o en youtube o
cualquier parte en internet. Total, para eso está allí. Tanta información en el
ciberespacio no da sólo para subir “Pasito a pasito”. Antes de las elecciones
de 1998, Jorge Olavarría dijo “Chávez es la expresión de la arrechera de los
venezolanos y yo estoy arrecho”. Ya descargada, miren al país en ruinas. Pero ruinas
posmodernas: calles llenas de huecos al lado de edificios de concreto de
geometría arquitectónica funcional y vidrios polarizados y aislantes… y mala
recepción de internet dentro de esas torres. La desolación de calles donde algunas
personas caminan como hay que caminar: contando los pasos, viendo a todas
partes, andando a paso ligero, evitando lugares cerrados o de una sola vía. Otros,
andan en la luna. No, ya eso sería ubicarlos en alguna parte. Andan, digamos,
en el limbo. Les pasas por el lado, y se asustan. Vas corriendo, porque haces
ejercicios y se asustan. Esto es la desolación. El olor de la muerte se ha
mezclado con el del aceite quemado de los vehículos. Y comida callejera. Y mal
sudor. Y mal aliento. La desolación se ve también en los rostros de las
personas. Caminan y sabes que no han comido desde ayer al mediodía. Sabes que
no han probado carne o pollo desde hace 15 días. Otros, hombres y mujeres los
ves dolorosamente agresivos. Sabes que no han tenido sexo, porque si pasa, (si
llega la oportunidad) es posible un embarazo no deseado. El problema de la
memoria de mosca es que no es posible educación alguna. Si todo se olvida, ¿Qué
se preserva? Nada, ni siquiera la mínima noción de educación sexual. Un preservativo
ayuda mucho. Pero la gente no sabe para qué sirve ni cómo usarlo (¡y por Dios,
los preservativos no se llevan en la cartera del pantalón, eso los daña!) y lo
peor es la cantidad de prejuicios y tabúes. No, no disminuye sensibilidad
alguna, hombres. No, eres puta por usar preservativos, mujer. Así, con la
ignorancia en materia de educación sexual, Venezuela cuenta con una de las
tasas de embarazos no deseados y precoces más altas de mundo. Yo escuché a una
cristiana de la iglesia, de esas que te ven como si fueras un engendro, decir que
“está orando para no quedar embarazada”. Está recién casada. Y sí, está
embarazada. No, eso no depende de una oración, sí de una educación y de ser
responsable. Tantas cosas que pudieron evitarse. Tantas estupideces, tanta
desolación. Caminar rápido y alerta es el mejor método de defensa contra la
delincuencia. Mezclarse entre la gente. Evitar los lugares donde no hay gente.
Y sí, si escuchas el sonido de una moto, enciende la alarma. Y si alguien te
pregunta la hora, no sabes, no tienes reloj. No uses reloj. No uses nada. Viste
franela o camisa negra y jeans. Recuerda a Jason Bourne. Recuerda al Chacal. La
desolación tiene la cara de Chávez en todas partes. Y ahora, la de Maduro. Y
no, Luis Fonsi, no va a dejar de usar tu canción. Es un dictador sociópata, ¿Qué
esperabas, una carta de disculpa y un compromiso que no volverá a pasar? ¡Volverá
a pasar! El domingo, durante la ANC volverá a sonar una y otra vez. Que ninguna
dignidad sobreviva en la desolación. El paisaje de 1984, la novela de Orwell (y la película también) es la desolación.
Ese país es de Orwell es Venezuela. Ese socing de Orwell es el socialismo del
siglo XXI. Ese rostro del gran hermano es la cara de Chávez, los ojos de Chávez
y ahora, la cara de Maduro. En todas partes, hasta en los empaques de los
productos escasos. Estoy esperando a verlo en los empaques de los
preservativos. Esto es guerra y en la guerra no hay esperanzas; sino
convicción. La certeza de que el único día fácil fue ayer. Que lo peor está por
venir. Que no me van a matar. Que voy a sobrevivir, como sea. La convicción de
que vas a dar el todo por el todo, porque así es como eres. La convicción de
que no has perdido ni se ha acabado porque esto se termina cuando yo gane. Ante
la desolación y la guerra, la voluntad, el deseo, las ganas; la locura, sí, esa
locura de alcanzar lo imposible, de hacer lo que nadie puede, de escribir lo
imposible. De tocar el mejor jazz que se haya interpretado o pintar el lienzo
que mataría de la envidia a Da Vinci o Pollock. La locura de dejar de escuchar
las noticias y escribir tú mismo la historia. Sí quieren vencer la dictadura,
ésta es la clave. Despierten. Griten, salgan de la oscuridad, de la desolación.
Hasta aquí este despacho. Seguiremos transmitiendo desde el planeta de los
monstruos.
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