Páginas

miércoles, 26 de julio de 2017

Día 111

Día 111 (transmisiones desde el planeta de los monstruos. Despacho #1)


Venezuela tiene la memoria de una mosca. Es algo que siempre he dicho y ahora lo digo más que nunca. “ajá, explícate, Juan” me pregunta la gente inquisitivamente. Yo les digo que los que ahora están peleando por la supuesta libertad de Venezuela, son los mismos que respaldaron el ascenso del comunismo en Venezuela. Algunos me dicen que soy “de los que resta y no suman” y cosas por el estilo. Que si no voy a luchar, entonces que me calle la boca. Otros dicen que nadie pensaba que “esto se iba a poner así” y el peor de todos, el que más rabia me produce: “Chávez nos engañó a todos” ¿Ah, sí? No vieron las entrevistas antes de ascender al poder. No vieron que lo dijo una y otra vez, entre su habladera de estupideces mesiánicas. Cada vez que sacaba la cruz. Cada vez que le hablaba a las cámaras. ¿Ustedes no saben que cuando un político dice que no va a hacer algo es porque es justamente lo primero que va a hacer una vez tome el poder? Luego me dicen que yo no sé nada de política. Y el colmo de males es que la memoria de 28 días que sufre el venezolano ni siquiera le anima a buscar en los libros, o en youtube o cualquier parte en internet. Total, para eso está allí. Tanta información en el ciberespacio no da sólo para subir “Pasito a pasito”. Antes de las elecciones de 1998, Jorge Olavarría dijo “Chávez es la expresión de la arrechera de los venezolanos y yo estoy arrecho”. Ya descargada, miren al país en ruinas. Pero ruinas posmodernas: calles llenas de huecos al lado de edificios de concreto de geometría arquitectónica funcional y vidrios polarizados y aislantes… y mala recepción de internet dentro de esas torres. La desolación de calles donde algunas personas caminan como hay que caminar: contando los pasos, viendo a todas partes, andando a paso ligero, evitando lugares cerrados o de una sola vía. Otros, andan en la luna. No, ya eso sería ubicarlos en alguna parte. Andan, digamos, en el limbo. Les pasas por el lado, y se asustan. Vas corriendo, porque haces ejercicios y se asustan. Esto es la desolación. El olor de la muerte se ha mezclado con el del aceite quemado de los vehículos. Y comida callejera. Y mal sudor. Y mal aliento. La desolación se ve también en los rostros de las personas. Caminan y sabes que no han comido desde ayer al mediodía. Sabes que no han probado carne o pollo desde hace 15 días. Otros, hombres y mujeres los ves dolorosamente agresivos. Sabes que no han tenido sexo, porque si pasa, (si llega la oportunidad) es posible un embarazo no deseado. El problema de la memoria de mosca es que no es posible educación alguna. Si todo se olvida, ¿Qué se preserva? Nada, ni siquiera la mínima noción de educación sexual. Un preservativo ayuda mucho. Pero la gente no sabe para qué sirve ni cómo usarlo (¡y por Dios, los preservativos no se llevan en la cartera del pantalón, eso los daña!) y lo peor es la cantidad de prejuicios y tabúes. No, no disminuye sensibilidad alguna, hombres. No, eres puta por usar preservativos, mujer. Así, con la ignorancia en materia de educación sexual, Venezuela cuenta con una de las tasas de embarazos no deseados y precoces más altas de mundo. Yo escuché a una cristiana de la iglesia, de esas que te ven como si fueras un engendro, decir que “está orando para no quedar embarazada”. Está recién casada. Y sí, está embarazada. No, eso no depende de una oración, sí de una educación y de ser responsable. Tantas cosas que pudieron evitarse. Tantas estupideces, tanta desolación. Caminar rápido y alerta es el mejor método de defensa contra la delincuencia. Mezclarse entre la gente. Evitar los lugares donde no hay gente. Y sí, si escuchas el sonido de una moto, enciende la alarma. Y si alguien te pregunta la hora, no sabes, no tienes reloj. No uses reloj. No uses nada. Viste franela o camisa negra y jeans. Recuerda a Jason Bourne. Recuerda al Chacal. La desolación tiene la cara de Chávez en todas partes. Y ahora, la de Maduro. Y no, Luis Fonsi, no va a dejar de usar tu canción. Es un dictador sociópata, ¿Qué esperabas, una carta de disculpa y un compromiso que no volverá a pasar? ¡Volverá a pasar! El domingo, durante la ANC volverá a sonar una y otra vez. Que ninguna dignidad sobreviva en la desolación. El paisaje de 1984, la novela de Orwell (y la película también) es la desolación. Ese país es de Orwell es Venezuela. Ese socing de Orwell es el socialismo del siglo XXI. Ese rostro del gran hermano es la cara de Chávez, los ojos de Chávez y ahora, la cara de Maduro. En todas partes, hasta en los empaques de los productos escasos. Estoy esperando a verlo en los empaques de los preservativos. Esto es guerra y en la guerra no hay esperanzas; sino convicción. La certeza de que el único día fácil fue ayer. Que lo peor está por venir. Que no me van a matar. Que voy a sobrevivir, como sea. La convicción de que vas a dar el todo por el todo, porque así es como eres. La convicción de que no has perdido ni se ha acabado porque esto se termina cuando yo gane. Ante la desolación y la guerra, la voluntad, el deseo, las ganas; la locura, sí, esa locura de alcanzar lo imposible, de hacer lo que nadie puede, de escribir lo imposible. De tocar el mejor jazz que se haya interpretado o pintar el lienzo que mataría de la envidia a Da Vinci o Pollock. La locura de dejar de escuchar las noticias y escribir tú mismo la historia. Sí quieren vencer la dictadura, ésta es la clave. Despierten. Griten, salgan de la oscuridad, de la desolación. Hasta aquí este despacho. Seguiremos transmitiendo desde el planeta de los monstruos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario