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jueves, 29 de enero de 2015

Alea jacta est

Una frase bastante poderosa que se presta a todo tipo de malas interpretaciones... y malas grafías. Un necio quiso discutirme "corrigiendo" la manera incorrecta en como había escrito la frase. Sin ánimos de contestarle a los necios, sí mucha gente me ha preguntado qué significa esa frase, de dónde viene, por supuesto cómo se escribe y su sentido, su trascendencia.

El uso correcto es "Alea jacta est". Esto es en latín, una lengua negada a morir. La conservación escrita de la frase, por Seutonio confirma esta escritura. También se ha conservado el pasaje con esta escritura: "Allea jacta est" y también: "Alea iacta est"; siendo esta última versión la más popular pero la menos precisa. 


Gramaticalmente está integrada por el nominativo alea, que significa dados, y el pretérito perfecto pasivo jacta que significa ha sido echada y el verbo ser en conjugación presente: est. Literalemente, la frase debería ser "los dados están echados".

En realidad es un asunto de confusión: los valores de /i/ y /j/; en el latín, durante la edad antigua eran lo mismo. De hecho, la /j/ viene de la letra griega /iota/ que es una /i/ larga, distinta de /ipsilon/ que es un sonido mucho más breve. Sin embargo, aunque los griegos sí tenían dos letras distintas para distinguirlas, los romanos y los usuarios del latín no desarrollaron una letra distintiva para /j/; así que se escribía indistintamente /i/ y /j/; la regla para saber cuál sonido era el consonante y cuál el vocal estaba en el habla, pues escrita se asumía que tenía ambos valores, de vocal y consonante. 

Esta confusión duró bastante tiempo, pues /J/ fue la última letra que se incorporó al alfabeto latino, por parte de Pierre de la Ramée (1515-1572), para distinguirla del valor fonético que había desarrollado la /Iota/ en las lenguas romances. Es decir, si no surgen el español, francés, catalán o rumano; las cosas se hubieran quedado igual.

El enredo latino sigue. Sí se usaba la /j/ como variante caligráfica de la /i/, es decir, una "i" con una califa (o al decir vulgar, "el rabo" de la letra) alargada. Se usaba en la numeración romana al final de un número, cuando éste terminaba con más de una /i/; por ejemplo: "23" en numeración romana, se escribía "xxiij". 

Hay que recordar algo sobre el latín, que es algo generalizado con la cultura romana: se formaron de la imitación de un modelo mayor. Los romanos tomaron todo, incluyendo las palabras, de los griegos y simplificaron todo para hacerlo funcional y versátil a sus necesidades. El lujo del romano era más bien, sonar como griego.

¿Qué significa? Julio César, según Seutonio, dijo esta frase en el momento que iba a cruzar el río Rubicón, límite entre la Galia Cisalpina e Italia, lo cual era ilegal para cualquier legión romana; pues sólo podían entrar como civiles. 


Esto fue un acto de rebelión contra la autoridad del Senado y dio comienzo a la guerra civil contra Pompeyo, conflicto donde el rebelde salió victorioso (pero eso es otra historia). 

Según algunas versiones, en lugar del participio pasivo "jacta", César usó el imperativo "jaci": echa. Es decir, "echa la suerte".

existe una segunda versión sobre el origen de la palabra. Plutarco, tomó la frase de un verso del comediógrafo griego llamado Menandro, cuya frase en griego ανερριφθω κυβος, que literalmente traduce al latín como "jacta esto alea" y ya situado en el texto la significación total del pasaje queda así: "los dados están echados, esperemos ahora la suerte".

Quien usa esta fórmula ha tomado el riesgo y pasado el punto de no retorno. Es decir, como el jugador que ha apostado todo a una tirada de dados, o sus mejores cartas o al caballo; no puede retroceder, retractarse. La frase implica dar un paso irrevocable, arriesgando o confrontando situaciones tan trascendentales como adversas. Tomar una decisión extrema después de haber pensado bastante.

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